Jane Fonda tiene una de las carreras más singulares del cine: actriz premiada, empresaria cultural, autora y activista. Debutó a comienzos de los sesenta, se consolidó con comedias y dramas, como Descalzos por el parque y Barbarella, y dio el salto definitivo con Mi pasado me condena y Regreso a casa, por las que ganó dos Óscar.

Con Cómo eliminar a su jefe y En el estanque dorado se volvió rostro intergeneracional y, a la vez, marca propia. Paralelo a la pantalla, montó un fenómeno pop: los videos de ejercicios que transformaron el fitness doméstico y financiaron parte de sus causas públicas.
En entrevistas ha repetido una idea que condensa su mirada vital: el “tercer acto” de la vida puede ser el más consciente si se lo vive con propósito. Su biografía también es la de una ciudadana comprometida. Participó del movimiento contra la guerra de Vietnam, abrazó banderas feministas y de justicia racial, y no ha rehuido la autocrítica.
En su trayectoria conviven la sociedad artística y afectiva con su padre Henry, el éxito editorial de sus memorias y el impacto económico y simbólico de su “imperio” de ejercicio físico, que abrió camino a una industria. También, supo alternar temporadas de retiro con regresos, escuchando el pulso social tanto como el de su propio cuerpo.
Presente, trabajo y vida pública de una diva inolvidable
Tras el pico televisivo de la comedia de Netflix Grace y Frankie, Fonda encaró una etapa ecléctica: películas corales de comedia, voz en proyectos de animación y apariciones en documentales que repasan su legado y el papel del activismo en Hollywood. La pantalla ya no es su única plataforma. Hoy su voz circula en charlas, festivales y poder cívico.
En una de sus tantas charlas, la bella Jane Fonda.
El eje de su agenda es el activismo climático. Desde 2019 impulsó jornadas de protesta que combinan pedagogía ambiental y presión política. Ese esfuerzo se tradujo en campañas, alianzas con científicas y organizaciones locales, y una red de voluntariado que convoca a votantes y donantes.
En 2025 mantiene ese frente con acciones presenciales y virtuales, y con un enfoque insistente: conectar crisis climática, justicia social y rol del entretenimiento para amplificar mensajes.
A los 87 años, transita la vida con disciplina y humor. Organiza su día con rutinas de movilidad, lectura y escritura, y los vínculos familiares y de amistad sostienen su energía. Tras comunicar en 2022 un linfoma que luego remitió, subraya la importancia de los chequeos y de mantener el cuerpo activo sin forzarlo.
Jane Fonda: «Tener empatía no es ser débil o ‘woke’. Ser ‘woke’ sólo significa que te importa la gente»
Jane Fonda estuvo casada con Roger Vadim, con el activista Tom Hayden y con el empresario Ted Turner. Es madre de Vanessa Vadim y Troy Garity, y de Mary Luana “Lulu” Williams. Suele decir que sus nietos son su “ancla” cotidiana. Mantiene amistades de décadas en el cine y prioriza una vida doméstica simple.
A los 87 años, con un premio SAG a la trayectoria actoral.
Profesionalmente, su brújula hoy pasa por proyectos selectivos: apariciones especiales, piezas documentales, conversaciones en vivo y colaboraciones con colegas —a menudo, mujeres— que comparten su interés por el impacto social. Su nombre continúa convocando, pero ella prefiere usar esa visibilidad para mover agujas.
Recauda fondos, sostiene organizaciones de base y enciende la participación cívica. No compite con su pasado icónico: lo pone a trabajar para causas presentes. Así está hoy Jane Fonda: artista en actividad, ciudadana en campaña permanente y referente de una forma de envejecer que elige la intención antes que la nostalgia.
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